Son varias las historias que se cuentan en el “Día de los muertos”; iniciaremos con los incrédulos.
Se cuenta que un pequeño poblado una mujer le pidió a su esposo dinero para comprar las ofrendas del altar de muertos.
El hombre le contesto molesto que él no creía en esos relatos y que mejor ahorraran su dinero para tiempos difíciles, pues los “muerto, muertos están y los vivos necesitamos comer”.
Se cuenta que la esposa del campesino era creyente, por lo que salió muy temprano al campo para cortar uno ocotes y prenderlos como si fueran veladoras, también corto quelites y los guisó con tomates para ofrecerlo a los difuntos.
Finalmente termino como pudo su altar y se fue a dormir; se dice que el hombre se quedó con la duda y decidió quedarse en vela para ver si era verdad que sus parientes llegarían del “más allá”.
Cuentan que ya entrada la noche, el campesino vio por su ventana que las calles se iluminaban y que venía mucha gente; caminaban lentamente, algunos cargaban comida exquisita, llevaban veladoras, calabazas, mole y muchos platillos típicos que les gustaban en vida.
Al final de la procesión el hombre pudo ver a sus parientes que con trabajo se alumbraban y comían unos pocos quelites. El señor se asustó tanto que al día siguiente le dijo a su mujer que agarrara dinero para el altar y cayó muerto al instante.
Algunos piensan que murió de susto y otros por castigo a su falta de conciencia a las tradiciones de sus ancestros.